
Con el creciente auge de la industria verde, el cáñamo ha ganado protagonismo, pues su fibra es tan versátil que es capaz de servir como materia prima para la elaboración de textiles, biocombustibles, materiales de construcción entre muchos otros derivados, un atributo de la planta que ya es bien sabido, pero lo que muchos todavía desconocen es el cómo se produce la fibra de cáñamo.
Todo esto es posible a través de un proceso de producción que comienza con los cultivos en regiones donde son legales, pues algunas zonas la planta está prohibida por pertenecer a la misma familia de la marihuana.
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En las áreas permitidas, los productores siembran la planta a gran escala que crece en hilera, una muy junta de la otra, lo que propicia su expansión en sentido vertical, de esta forma se obtienen tallos altos y rectos compuestos en su mayoría por fibra.

La cosecha se obtiene cuando las plantas macho abren las flores y expulsan el polen, en ese momento, dejan de crecer, por lo tanto se pueden extraer sin esperar que culmine el ciclo de floración, ya que con este tipo de cultivo se busca es la fibra, a diferencia de las plantaciones para conseguir CBD, donde los cogollos son realmente importante.

Cuando el productor tiene el tallo en sus manos, procede a retirarle las hojas y ramas para someterlo al enriado, un mecanismo de fermentación microbiológica por maceración de los tallos que permite la extracción y separación de las fibras liberianas de la porción leñosa.

De esta manera, es posible separar la corteza de la fibra y limpiarla de otros componentes inutilizables, posteriormente se junta en fardos y los lotes se envían a las fábricas, donde por último pueden limpiar pequeñas impurezas como la lignina, un biopolímero leñoso que provoca una textura áspera, pero al retirarse la fibra queda más suave y lista para utilizar como materia prima.